El artista plástico venezolano Alberto Cavalieri (1969) se describe como el gran gerente de su obra; “ya no somos lo que solíamos ser en el siglo pasado, sino que somos profesionales que hablamos varios idiomas, conocemos de materiales, de finanzas, de relaciones públicas y de redes sociales”.
A pesar de esto, resulta inevitable que todavía hoy, existan personas que siguen queriendo ver al artista romántico, “al anecdótico…pero lamentablemente la época no ayuda, la tecnología va delante de nosotros, el internet por ejemplo es cada día más rápido y el artista termina siendo en este mapa una persona muy exigida”.
Para el artista joven, el que empieza a evaluar el campo del arte, el panorama se ve más prometedor en la medida en que se “destaquen, pues si no, con el tiempo, inevitablemente se desmotivan.
Pienso que el artista de hoy debe ser más atrevido y agresivo. Con todo este asunto de la globalización resulta que hay artistas muy buenos en cualquier parte del mundo que cuentan con el apoyo de sus países, que a su vez cooperan con otros.
En nuestro país, los mismos artistas se han visto en la tarea de convertirse en los promotores de su trabajo y por ello creo que tenemos un camino difícil por delante”.
Fuera del país el artista latinoamericano, o más bien el venezolano, “sigue buscando una identidad más allá del cinetismo o del op art, por esto el artista joven tiene que transcenderse y pasar a la siguiente página para seguir haciendo la Historia del Arte Venezolano.
Sin embargo creo que nuestra identidad es muy universal, eso es porque en Latinoamerica siempre estuvimos un paso adelante en cultura y en muchos ámbitos, y por eso somos globales, en el muy buen sentido de la palabra, porque siempre hemos sido unos seres transculturizados; y ¿cómo podemos hablar de una identidad que es global y en donde además al arte va al día con el contexto y no de otra forma?”.
En sus comienzos, la obra de Cavalieri se describe fuerte, pesada y muy trabajada en cuanto a técnica se refiere, sobre todo si tomamos en cuenta su formación en la ingeniería y su gusto por los metales, especialmente por el hierro, y la metalmecánica; “en algún momento de mi carrera descubrí el diseño industrial y el arte y no puedo negar que me sentí embrujado por eso.
Así fue como redirigí mi futuro, tratando de unir la ciencia con el arte. De igual forma dentro de mi carrera como escultor nunca dejé de sentirme atraído por los metales, en ese momento la mayoría de los artistas que trabajaban por esa misma línea, lo hacían circunscritos a la geometría.
Yo quise hacer algo que rompiese con esa rigurosidad, algo que fuese, si se quiere, imposible y que generara magia. Traté de crear una paradoja con el metal, jugar con esa rigurosidad, no sólo doblándolo con una maquinaria especial, sino anudándolo, algo que representa muchos más retos físicos además de simbólicos, haciendo de esta imagen la máxima expresión de la doblegación de un material junto a muchos otros factores que incluyo en la realización de cada pieza, como el equilibrio con mínimos puntos de apoyo y la sinuosidad de las curvas; códigos que pueden verse a lo largo de mi proceso a pesar de haber cambiado de técnicas o materiales”.
En el trabajo más reciente de Cavalieri es evidente la síntesis estética lograda no solo a través del material (aluminio) sino a través de la forma, mucho más pulcra en cuanto a geometría se refiere, sin abandonar la imposibilidad del nudo que nos presenta y la reiterada doblegación de los materiales.
“La renovación es necesaria, y en mi caso responde no sólo a la investigación y a la experiencia sino a la tecnología y sobre todo a mi formación desde la ingeniería. También recupero una parte muy lúdica de la niñez, del armar y del construir. Así mi trabajo se vuelve un poco menos dependiente de la gran maquinaria de la industria y en consecuencia es más libre y solo depende de mí y de mis conocimientos en la materia”.
Para finalizar, nos comenta que paralelamente está trabajando en un proyecto que más adelante nos dejará conocer, uno que nos asegura “más relacionado con el día a día del país y con lo que podría ser, en un futuro, nuestras formas de intercambio, no sólo económicas sino culturales”, un tema ya tocado tal vez por sus nudos gordianos, los cuales transcienden la mitología que las envuelve, mostrándonos actualmente una realidad en la que bien podría dar lo mismo desatarlos, que cortarlos.